jueves, 4 de diciembre de 2014

Feliz cumpleaños abuela.


Sí hubiera de quedarme con un solo recuerdo de ella me quedaría con los  cola cao que me preparaba antes de ir a dormir. Núria, Nesquik. Lorena, Cola Cao.

Quizás suene absurdo pero eso resume muy bien lo que ella significa para mí.

Sin duda no hay otra igual, y a pesar de la distancia no hay día que no recuerde con absoluta nostalgia y un amor infinito  los días en los que nos enseñaba a mi prima y a mí a hacer muñecas con los trapos de la cocina. Era tan sencillo. De la nada creaba juguetes que ayudaban a que a nuestra creatividad le saliera alas y empezara a volar. Y así he acabado teniendo una imaginación desbordante e imparable. Muchas gracias. De hecho el otro día intentaba enseñarle a Hilary como se hacían, por aquello de rememorar aquellos días gloriosos en los que poco necesitábamos para irnos a la cama con una sonrisa, y no lo conseguí. Así que creo que necesitare que me refresques la memoria cuando vuelva a casa en un par de semanas para navidad.

Pero volvamos a uno de mis recuerdos más preciados, a mis queridas noches de Cola cao. Mi abuela tan paciente, cariñosa y atenta como siempre tenía dos botes preparados, diferentes chocolates, para que sus nietas no se pelearan. Mira que nos parecemos en muchas cosas, pero creo que Núria y yo nunca ganaremos la eterna disputa de cuál de los dos es mejor. Aunque entre nosotros, nada le hace sombra al Cola cao.

Recuerdo la felicidad inmensa que me invadía cuando sabía que iba a pasar la noche en casa de la abuela. Seguramente cenaríamos “entrecuixa torraeta” y acabaríamos viendo alguna película del oeste mientras devorábamos pistachos sentadas en el sofá mientras el abuelo nos observaba desde su sillón. Son esos pequeños detalles los que me hacen orgullecer de la fabulosa familia en la que me he criado y con la que tengo la fortuna de compartir mi aventura.

Supongo que la nostalgia es irremediable cuando me pongo a recordar los grandes momentos de mi infancia.

Gracias por formar parte de mi vida. De este camino de largo recorrido. De mis recuerdos más preciados. Gracias por ser tan valiente, luchadora, cariñosa y entregada. De ti he aprendido lo que es la dedicación a la familia y el amor infinito. Espero algún día poder devolverte aunque sea una ínfima parte de las grandes dosis de paciencia, cariño y sabiduría que me das. Nunca me canso, ni me cansaré de escuchar, una y mil veces, las batallas que me cuentas. Porque no hay día que esté contigo que no aprenda algo nuevo. Gracias por ser una mujer maravillosa. Una madre entregada. Una abuela irreemplazable. Te quiero.


Muchas felicidades.

Lorena Burcat.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Seixanta


El tiempo es efímero.






Desde que éramos niños soñamos con crecer, con alcanzar cimas improbables de montañas que inspiran dedicación, actos que nos apasionan y creemos que solo los podremos conseguir si nos dedicamos a crecer. Pero muchas veces no es sinónimo de avanzar. Seguimos siendo ese niño rebelde que lee bajo las mantas con una linterna que poco alumbra pero su emoción es capaz de iluminar todos sus anhelos.

Ese niño va quemando etapas, pasando  página, cerrando capítulos, abriendo puertas a lo desconocido. Aprende a correr tras sus sueños. Hasta alcanzarlos. Descubre lo que es el amor por primera vez. Y por segunda. Y aunque dicen que a la tercera va la vencida habrá que seguir intentándolo. Y por fin llega, cuando menos lo esperas, cuando permites que las cosas simplemente sucedan. Encuentras a esa “una entre 7 376 471 981”. Y decidís cometer la locura de casaros. Porque el amor en si es algo totalmente incoherente. Pero compensa. Y el tiempo avanza, los días pasan y pesan. Cuentan. Cuentan las miradas cómplices, las sonrisas llenas de promesas en silencio, los deseos más profundos, la cuesta arriba. Valen para continuar en este divertido y ajetreado viaje de la vida. 





Acaban por llegar los niños. Primero la niña, cabezota, decidida, luchadora, soñadora y dulce. Más tarde llega el niño, deportista, simpático, sociable, inteligente y espabilado. Y una vez con la parejita el camino continua.

Dicha aventura no ha acabado. Queda mucho por aprender, por recorrer, por vivir. Porque la vida es una aventura por la que merece la pena arriesgar. Dejarse la piel en el asfalto y apostar el resto a una sola carta ganadora.

Me has enseñado que no hay nada que se le resista a una actitud positiva. Que lo que se puede soñar se puede lograr. Que de todos podemos aprender, porque la vida es un aprendizaje continuo. Un día sin sonreír, sin disfrutar, sin aprender es un día desaprovechado.

Gracias por enseñarme que en la vida hemos de compartir todo lo que tenemos, lo que sabemos y lo que somos. Porque compartir es vivir dos veces.

Aquí va un adelanto del regalo:




Feliz cumpleaños. Por los próximos sesenta. Te quiero.


Lorena Burriel Catalán.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Miami

Volver. A perderme entre las olas con mamá. A divisar sueños en el firmamento. Construir castillos en el aire y aprender a regresar a casa por el camino de las baldosas amarillas. Porque todo es posible en América. 














Miami, mamá tu y yo nos vemos pronto. Muy pronto. Lo prometo.


Lorena Burcat.