miércoles, 3 de diciembre de 2014

Seixanta


El tiempo es efímero.






Desde que éramos niños soñamos con crecer, con alcanzar cimas improbables de montañas que inspiran dedicación, actos que nos apasionan y creemos que solo los podremos conseguir si nos dedicamos a crecer. Pero muchas veces no es sinónimo de avanzar. Seguimos siendo ese niño rebelde que lee bajo las mantas con una linterna que poco alumbra pero su emoción es capaz de iluminar todos sus anhelos.

Ese niño va quemando etapas, pasando  página, cerrando capítulos, abriendo puertas a lo desconocido. Aprende a correr tras sus sueños. Hasta alcanzarlos. Descubre lo que es el amor por primera vez. Y por segunda. Y aunque dicen que a la tercera va la vencida habrá que seguir intentándolo. Y por fin llega, cuando menos lo esperas, cuando permites que las cosas simplemente sucedan. Encuentras a esa “una entre 7 376 471 981”. Y decidís cometer la locura de casaros. Porque el amor en si es algo totalmente incoherente. Pero compensa. Y el tiempo avanza, los días pasan y pesan. Cuentan. Cuentan las miradas cómplices, las sonrisas llenas de promesas en silencio, los deseos más profundos, la cuesta arriba. Valen para continuar en este divertido y ajetreado viaje de la vida. 





Acaban por llegar los niños. Primero la niña, cabezota, decidida, luchadora, soñadora y dulce. Más tarde llega el niño, deportista, simpático, sociable, inteligente y espabilado. Y una vez con la parejita el camino continua.

Dicha aventura no ha acabado. Queda mucho por aprender, por recorrer, por vivir. Porque la vida es una aventura por la que merece la pena arriesgar. Dejarse la piel en el asfalto y apostar el resto a una sola carta ganadora.

Me has enseñado que no hay nada que se le resista a una actitud positiva. Que lo que se puede soñar se puede lograr. Que de todos podemos aprender, porque la vida es un aprendizaje continuo. Un día sin sonreír, sin disfrutar, sin aprender es un día desaprovechado.

Gracias por enseñarme que en la vida hemos de compartir todo lo que tenemos, lo que sabemos y lo que somos. Porque compartir es vivir dos veces.

Aquí va un adelanto del regalo:




Feliz cumpleaños. Por los próximos sesenta. Te quiero.


Lorena Burriel Catalán.

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