jueves, 1 de enero de 2015

2015

No permitamos que al mirar atrás nos arrepintamos de los trenes que dejamos pasar. Quizás era demasiado arriesgado. Nadie creía en nuestras posibilidades o quizás pensamos que siempre tendríamos tiempo. Que el mañana nos esperaría en el siguiente amanecer por si, por fin, era el día en el que se nos acababan las excusas y empezábamos a avanzar en el camino trazado hasta nuestros sueños.

Hoy es el momento de fugarnos. De caer, fracasar estrepitosamente. Correr riesgos. Correr sin mirar atrás. Vivir dejándonos la piel en el asfalto. Soñar y permitirnos volar hasta alcanzar nuestros objetivos.

Este año aprendí que la fuerza más poderosa, el amor más verdadero, la única opinión que nos debería valer es la nuestra. He aprendido que una vez acabamos esta etapa lo único que permanece con nosotros para la siguiente aventura es lo que hayamos aprendido. Todo aquello que nos hayamos permitido desaprender para volver a crecer tal como nos dicta el corazón. Los recuerdos son poderosos apoyos para continuar, pero ojala siempre tengamos más proyectos que recuerdos.

Deseo que este año hagas todo por primera vez. O al menos lo vivas como tal. No hay nada como seguir sorprendiéndonos de lo maravillosa que es esta aventura cuando nos reencontremos con nosotros mismos en cada esquina. Viajar sin rumbo fijo, declararse a un desconocido, lanzarse en paracaídas o simplemente romper la barrera del miedo a abandonar el club insignia. Lo que sea. Pero sintámonos vivos. Vive y aprovecha cada instante. Levántate cada mañana con el propósito de dar lo mejor de ti, encontrar tu mejor versión. Sonríe porque con alegría es más sencillo lidiar con las penas. Y sobre todo comparte lo mejor que tengas. Compartir es vivir dos veces.

Al 2015  voy a dárselo todo. Que tengáis un excepcional año nuevo.

Con mucho amor,

Lorena Burcat.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Feliz cumpleaños abuela.


Sí hubiera de quedarme con un solo recuerdo de ella me quedaría con los  cola cao que me preparaba antes de ir a dormir. Núria, Nesquik. Lorena, Cola Cao.

Quizás suene absurdo pero eso resume muy bien lo que ella significa para mí.

Sin duda no hay otra igual, y a pesar de la distancia no hay día que no recuerde con absoluta nostalgia y un amor infinito  los días en los que nos enseñaba a mi prima y a mí a hacer muñecas con los trapos de la cocina. Era tan sencillo. De la nada creaba juguetes que ayudaban a que a nuestra creatividad le saliera alas y empezara a volar. Y así he acabado teniendo una imaginación desbordante e imparable. Muchas gracias. De hecho el otro día intentaba enseñarle a Hilary como se hacían, por aquello de rememorar aquellos días gloriosos en los que poco necesitábamos para irnos a la cama con una sonrisa, y no lo conseguí. Así que creo que necesitare que me refresques la memoria cuando vuelva a casa en un par de semanas para navidad.

Pero volvamos a uno de mis recuerdos más preciados, a mis queridas noches de Cola cao. Mi abuela tan paciente, cariñosa y atenta como siempre tenía dos botes preparados, diferentes chocolates, para que sus nietas no se pelearan. Mira que nos parecemos en muchas cosas, pero creo que Núria y yo nunca ganaremos la eterna disputa de cuál de los dos es mejor. Aunque entre nosotros, nada le hace sombra al Cola cao.

Recuerdo la felicidad inmensa que me invadía cuando sabía que iba a pasar la noche en casa de la abuela. Seguramente cenaríamos “entrecuixa torraeta” y acabaríamos viendo alguna película del oeste mientras devorábamos pistachos sentadas en el sofá mientras el abuelo nos observaba desde su sillón. Son esos pequeños detalles los que me hacen orgullecer de la fabulosa familia en la que me he criado y con la que tengo la fortuna de compartir mi aventura.

Supongo que la nostalgia es irremediable cuando me pongo a recordar los grandes momentos de mi infancia.

Gracias por formar parte de mi vida. De este camino de largo recorrido. De mis recuerdos más preciados. Gracias por ser tan valiente, luchadora, cariñosa y entregada. De ti he aprendido lo que es la dedicación a la familia y el amor infinito. Espero algún día poder devolverte aunque sea una ínfima parte de las grandes dosis de paciencia, cariño y sabiduría que me das. Nunca me canso, ni me cansaré de escuchar, una y mil veces, las batallas que me cuentas. Porque no hay día que esté contigo que no aprenda algo nuevo. Gracias por ser una mujer maravillosa. Una madre entregada. Una abuela irreemplazable. Te quiero.


Muchas felicidades.

Lorena Burcat.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Seixanta


El tiempo es efímero.






Desde que éramos niños soñamos con crecer, con alcanzar cimas improbables de montañas que inspiran dedicación, actos que nos apasionan y creemos que solo los podremos conseguir si nos dedicamos a crecer. Pero muchas veces no es sinónimo de avanzar. Seguimos siendo ese niño rebelde que lee bajo las mantas con una linterna que poco alumbra pero su emoción es capaz de iluminar todos sus anhelos.

Ese niño va quemando etapas, pasando  página, cerrando capítulos, abriendo puertas a lo desconocido. Aprende a correr tras sus sueños. Hasta alcanzarlos. Descubre lo que es el amor por primera vez. Y por segunda. Y aunque dicen que a la tercera va la vencida habrá que seguir intentándolo. Y por fin llega, cuando menos lo esperas, cuando permites que las cosas simplemente sucedan. Encuentras a esa “una entre 7 376 471 981”. Y decidís cometer la locura de casaros. Porque el amor en si es algo totalmente incoherente. Pero compensa. Y el tiempo avanza, los días pasan y pesan. Cuentan. Cuentan las miradas cómplices, las sonrisas llenas de promesas en silencio, los deseos más profundos, la cuesta arriba. Valen para continuar en este divertido y ajetreado viaje de la vida. 





Acaban por llegar los niños. Primero la niña, cabezota, decidida, luchadora, soñadora y dulce. Más tarde llega el niño, deportista, simpático, sociable, inteligente y espabilado. Y una vez con la parejita el camino continua.

Dicha aventura no ha acabado. Queda mucho por aprender, por recorrer, por vivir. Porque la vida es una aventura por la que merece la pena arriesgar. Dejarse la piel en el asfalto y apostar el resto a una sola carta ganadora.

Me has enseñado que no hay nada que se le resista a una actitud positiva. Que lo que se puede soñar se puede lograr. Que de todos podemos aprender, porque la vida es un aprendizaje continuo. Un día sin sonreír, sin disfrutar, sin aprender es un día desaprovechado.

Gracias por enseñarme que en la vida hemos de compartir todo lo que tenemos, lo que sabemos y lo que somos. Porque compartir es vivir dos veces.

Aquí va un adelanto del regalo:




Feliz cumpleaños. Por los próximos sesenta. Te quiero.


Lorena Burriel Catalán.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Miami

Volver. A perderme entre las olas con mamá. A divisar sueños en el firmamento. Construir castillos en el aire y aprender a regresar a casa por el camino de las baldosas amarillas. Porque todo es posible en América. 














Miami, mamá tu y yo nos vemos pronto. Muy pronto. Lo prometo.


Lorena Burcat.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Alimenta el instinto.

  Alimentar el instinto para continuar en el insaciable viaje de los   sueños.










  Pocos placeres como cocinar. Saborear los instintos primarios.


Lorena Burcat


sábado, 29 de noviembre de 2014

Volver al ayer.






Volver a suspender el tiempo en el aire como en las eternas noches de verano donde nos encontrábamos entre partidas de pin pon, besos a altas horas de la madrugada y cantidades ingentes de alcohol que se suponía que nos ayudaba en nuestras horas bajas. Volver al principio de un final que nunca llego. Empezar a contar las estrellas del cielo despejado en el que mañana nos cobijaremos. Porque el tiempo pasa muy deprisa y ya ha pasado un año desde nuestra última travesura en el jardín trasero.


Nos vemos en veintidós días.

Lorena Burcat.

Ruido

Te convertiste en mi silencio lleno de ruido.


Decidimos avanzar entre los excesos. Combatiendo en un cuerpo a cuerpo con  clara desventaja. Desnudándonos al alba acabe rendida. Perdiendo mi posesión más consentida. Abandonando por el camino la poca cordura que me quedaba tras la guerra de egos que mantuvimos aquel invierno entre tu cama y mí conciencia. Cerramos la puerta a los gemidos compartidos. Estoy tratando de olvidar los orgasmos fingidos. Necesito recuperar el tiempo perdido por mis mentiras. Todo por no reconocer que para esto no servías. Por no hacer daño a tu personalidad magullada. Sin horarios he decidido reestablecer el sentido de la orientación. Recuperar el punto de locura. Recuperar  el norte.  Perderme en el sur. Aprender a perder el habla ante lo prohibido. Pero esta vez solo conmigo.

Lorena Burcat.