Barcelona es mucho más que Gaudí,
la Sagrada Familia y la playa de la Barceloneta. Estar en Barcelona es como ver
por primera vez. Un mundo de posibilidades al alcance de cualquier persona con
alma soñadora.
Madrugar es una gran elección,
merece la pena despertarse un poco antes de que pongan las calles e iría hasta
las Ramblas a desayunar unos churros con chocolate, nada mejor que empezar el día
endulzando el paladar.
Aprovecharía que todavía no hay
casi gente por las calles para ir hasta la Catedral de Barcelona y seguir perdiéndonos
entre las serpenteantes y evocadoras calles del barrio Gótico.
A medio día volvería a las
Ramblas y pasearía hasta la cafetería de
Quim de la boqueria, engullid unos huevos fritos con setas, un
"capipota" o un pescadito frito y entenderéis qué es el Mediterráneo.
Si preferís “taperar” yo iría a Casa de Tapes Cañotes o a Euskal Etxea.
Por la tarde
me adentraría en las profundidades del barrio del Raval. Visitaría el Museo de
Arte Contemporáneo de Barcelona, me sumergiría en el ambiente literario y me atrevería
a dejarme embelesar por las tiendas creativas y vintage que ofrece el cosmopolita
barrio de la ciudad.
Seguiría la
ruta hasta la playa y dejaría que el tiempo se detuviera ante la inmensidad del
mar. Simplemente reír en buena compañía hasta decidir que es hora de regresar a
adentrarse en la ciudad. Tras ello subiría
hasta la carretera de Les Fonts para poder admirar la ciudad condal en todo su
esplendor.
A medida que
el sol diera paso a la divertida nocturnidad de la ciudad volvería hasta
situarme de nuevo en las Ramblas para ir a cenar a Biocenter. La primera vez
que provee la comida vegetariana en ese restaurante supe que nada volvería a
ser igual. Teresa Do Carmo, una portuguesa divertida e inteligente como ella
sola regenta este restaurante convertido en espectáculo. Siempre está por las
noches, y si preguntáis por ella siempre está encantada de intercambiar
impresiones sobre la ciudad.
Tras ello me
desplazaría hasta el bar de copas “Espai Barroc”, penúltima parada del día. Un
singular lugar donde el arte hace su aparición más especial para no dejar a
nadie indiferente. Momentos únicos que se quedaran grabados en la retina para
que el volver a la rutina sea un poco menos desalentador.
Por ultimo
acabaría en el Bar Eclipse, la terraza-cocteleria del Hotel W. Un lugar único
donde poder degustar la ciudad desde las alturas. Siempre he sido de las que
afirman que en Barcelona la magia ocurre a partir de medianoche.
24 horas intensas que no hacen justicia ante
la belleza y la singularidad de LA ciudad. Podríamos pasar la vida entera
jugando a ser turistas en Barcelona y jamás acabaríamos por condensar las
conversaciones con los viejos autóctonos, contándonos sus vivencias en el
cambio de la ciudad. No hay paladar que pudiese resistir tanta gastronomía que
se nos ofrece. Necesitaríamos mil vidas para saciarnos de ella.
Una vez la hayáis probado no hay quien pueda resistirse. A Roma siempre se
ha de volver una segunda vez. Con ella eso es imposible, porque una vez se
entra una parte de nosotros se queda eternamente iluminando sus aceras. Es las
promesas y la pasión de ese primer amor de verano que todos hemos vivido. Y que
nos ha marcado para siempre.
Lorena Burcat