Crecemos siendo inconscientemente
marcados por películas e historias con mensajes de que todo saldrá bien, de que
al final de la película el héroe vence al villano y la princesa será rescatada
por un apuesto príncipe. Y es cierto, todo saldrá bien. Pero no según nos
enseña la sociedad.
Nada ni nadie nos asegura que
acabaremos venciendo nuestros miedos para conseguir nuestros objetivos. Por
mucho que deseemos algo no nos será entregado en la puerta de casa sin movernos
del sofá. Hay que hacer algo más. Mucho más. Dar la milla extra. Dicen que el éxito
es un 10% de inspiración y un 90% de transpiración. Es así. Hay que trabajar
duro, focalizarnos en aquello que realmente nos apasiona y no rendirnos. Persistir
hasta vencer.
Solemos olvidarnos fácilmente de
lo arduo que nos es conseguir nuestros objetivos. Incluso solemos olvidar
nuestras victorias. Olvidar que podemos es un craso error. No es que debamos
alimentarnos de los recuerdos, pero si sostener la emoción de vencer. Poder con
aquello que no sabíamos ni siquiera que era un límite. Y seguramente pudimos
con ello por esa sencilla razón. Nunca nos planteamos que fuera un obstáculo,
simplemente fuimos a por todas sin mirar atrás. Vivimos como si el mañana no
fuera una opción.
El éxito es el cumulo de muchos
fracasos anteriores. Caer y levantarnos. Saber perder. Saber aprender. Nos
obsesionamos con ser felices y nos acojona conseguirlo. Somos complicados hasta
en lo más simple. Y el problema reside en no saber apreciar que la verdadera
batalla ganada es poder sonreír cada día. Es un gesto simple. Todos los días hacemos
algo, por minúsculo e insignificante que parezca, que nos ayuda a avanzar, nos
hace mejores personas. Pero en ocasiones
parece que no es suficiente. Nos autoinculcamos la creencia de que para que hoy
haya merecido la pena necesitamos haber marcado un touchdown en el último momento
del partido que nos haga ganar la temporada. La vida es una carrera de fondo.
Cada peldaño que hoy consigamos construir servirá para alcanzar aquello que
realmente deseamos en un futuro.
Quizás hoy sintamos que nuestros
sueños carecen de sentido. Que todo el esfuerzo nunca será recompensado. Que
pesa demasiado, no vale la pena. Es cierto, mejor creamos que solo una tercera
persona podrá darnos la solución a todos nuestros problemas. Que si hoy hemos
fracasado mañana seguro es peor. Podemos seguir autoflagelándonos. O podemos
aceptar que la vida es nuestra única oportunidad que tenemos para lograr aquello
que realmente nos apasiona y nos inspira.
No todo ocurrirá según nuestros
planes preestablecidos. Ahí reside la magia. Cada desafío es una nueva
oportunidad de avanzar hasta vencer. Aprender de cada reto nuevo. Asumir el
precio a pagar por nuestros sueños. Ser consecuentes con nuestras acciones.
Porque nuestra actitud determina nuestra altitud.
La vida no es una película made
in Hollywood, es algo mucho mejor.
Lorena Burcat.
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