martes, 4 de noviembre de 2014

24h en la Ciudad Condal


Barcelona es mucho más que Gaudí, la Sagrada Familia y la playa de la Barceloneta. Estar en Barcelona es como ver por primera vez. Un mundo de posibilidades al alcance de cualquier persona con alma soñadora.

Madrugar es una gran elección, merece la pena despertarse un poco antes de que pongan las calles e iría hasta las Ramblas a desayunar unos churros con chocolate, nada mejor que empezar el día endulzando el paladar.

Aprovecharía que todavía no hay casi gente por las calles para ir hasta la Catedral de Barcelona y seguir perdiéndonos entre las serpenteantes y evocadoras calles del barrio Gótico.

A medio día volvería a las Ramblas y pasearía hasta la  cafetería de Quim de la boqueria, engullid unos huevos fritos con setas, un "capipota" o un pescadito frito y entenderéis qué es el Mediterráneo. Si preferís “taperar” yo iría a Casa de Tapes Cañotes o a Euskal Etxea.

Por la tarde me adentraría en las profundidades del barrio del Raval. Visitaría el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, me sumergiría en el ambiente literario y me atrevería a dejarme embelesar por las tiendas creativas y vintage que ofrece el cosmopolita barrio de la ciudad.

Seguiría la ruta hasta la playa y dejaría que el tiempo se detuviera ante la inmensidad del mar. Simplemente reír en buena compañía hasta decidir que es hora de regresar a adentrarse en la ciudad.  Tras ello subiría hasta la carretera de Les Fonts para poder admirar la ciudad condal en todo su esplendor.

A medida que el sol diera paso a la divertida nocturnidad de la ciudad volvería hasta situarme de nuevo en las Ramblas para ir a cenar a Biocenter. La primera vez que provee la comida vegetariana en ese restaurante supe que nada volvería a ser igual. Teresa Do Carmo, una portuguesa divertida e inteligente como ella sola regenta este restaurante convertido en espectáculo. Siempre está por las noches, y si preguntáis por ella siempre está encantada de intercambiar impresiones sobre la ciudad.

Tras ello me desplazaría hasta el bar de copas “Espai Barroc”, penúltima parada del día. Un singular lugar donde el arte hace su aparición más especial para no dejar a nadie indiferente. Momentos únicos que se quedaran grabados en la retina para que el volver a la rutina sea un poco menos desalentador.

Por ultimo acabaría en el Bar Eclipse, la terraza-cocteleria del Hotel W. Un lugar único donde poder degustar la ciudad desde las alturas. Siempre he sido de las que afirman que en Barcelona la magia ocurre a partir de medianoche.

 24 horas intensas que no hacen justicia ante la belleza y la singularidad de LA ciudad. Podríamos pasar la vida entera jugando a ser turistas en Barcelona y jamás acabaríamos por condensar las conversaciones con los viejos autóctonos, contándonos sus vivencias en el cambio de la ciudad. No hay paladar que pudiese resistir tanta gastronomía que se nos ofrece. Necesitaríamos mil vidas para saciarnos de ella.

Una vez la hayáis probado no  hay quien pueda resistirse. A Roma siempre se ha de volver una segunda vez. Con ella eso es imposible, porque una vez se entra una parte de nosotros se queda eternamente iluminando sus aceras. Es las promesas y la pasión de ese primer amor de verano que todos hemos vivido. Y que nos ha marcado para siempre.

Lorena Burcat


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