En mi cabeza solo podía reproducir la banda sonora del día
de nuestra boda. Fuera de este aislamiento celestial y de donde yo me negaba a bajar tu empezabas a explicar
el porque los casquetes polares estaban derritiéndose, porque lo nuestro no
podía continuar. Pero yo seguía erre que erre deseando no tener otra primera
vez jamás. Vivir en una primavera constante. Pero la felicidad es eterna y el
ser humano muy caprichoso. Por eso será que somos capaces de almacenar tan bien
el dolor y comprometernos con el. Nombrarlo compañero fiel de aventuras. Y
entre recuerdos de carteles de advertencias omitidos el invierno va llegando.
Lorena Burcat.
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