Siento que estoy forzando el
destino. Que estoy construyendo un puente entre arenas movediza. Que aunque había
una señal de peligro estoy haciendo caso omiso. Esto no puede acabar bien.
Dicen que lo que no acaba bien no
acaba nunca. Quizás ayer llegara nuestro punto y aparte. Nuestro punto de inflexión.
El momento de reconocer que la broma ya no da para más.
Soy la primera en asegurar que quien no
arriesga no gana. Pero contigo apostar es perder incluso antes de mirar las
cartas. Y no porque no nos podamos conocer, sino porque en el proceso de llegar
hasta ti, me estoy perdiendo a mí.
Se supone que todo ha de ser
natural. Que todo ha de fluir. Que ya llegará el momento de conocernos, de
reconocernos con los ojos cerrados, de encontrarnos entre los pliegues de la
piel, de olvidarnos en olores que no nos provoquen nostalgia. Debería llegar el
día en el que asumiéramos que fuimos una bonita etapa. Peculiar, pero
inolvidable. Que lo recorrido, lo aprendido siempre suma en el equipaje que nos
acompaña en el intenso viaje en el que se ha convertido la vida. Quizás seríamos
una aventura corta, quizás no. El tiempo es tan relativo como la belleza.
Hay tantos quizases que debería estar
dejando a la improvisación, al mañana. Sorprenderme con cada anécdota de tu
infancia. Adaptándome a las manías que te hacen tan peculiar e irresistible.
Aprendiendo cada tatuaje que marca tu recorrido y nunca dejar de maravillarme
del efecto de tu piel contra la mía. Nadar a contracorriente, coronar el Everest
de tu cintura.
Ayer pisé el acelerador sin mirar
atrás. Y aunque la adrenalina sigue haciendo su efecto cada vez soy más consciente
de que quizás corrí demasiados riesgos al jugar a los espías y descubrir tu identidad.
Era divertido que fueras el desconocido
del autobús. El hombre más sexy que me hubiera podido encontrar en medio de la
nada. Lo más opuesto a mi lista de peticiones. El único que hubieras podido
saltarte todas los yo nunca hasta acabar conquistándome desde la distancia. Sin
mediar palabra.
Creí que al descubrir quien eras
el efecto que provocabas en mí se reduciría. Acabaría desapareciendo. Siempre fui
una ilusa. Ahora es el momento de asumir que si te conozco en cinco días deberé
desaprender lo descubierto. Será la única manera de poder tener una posibilidad.
A veces por intentar controlar todo olvidamos que perdemos lo esencial. La naturalidad.
Si ha de ser, será. Fluiremos,
disfrutaremos. Aprenderé que el momento está para vivirlo, para aprovecharlo.
Si ha de ser y es entenderé que el miedo a lo desconocido no se reduce forzando
las cuerdas. Porque si nos hemos de encontrar, lo haremos. Y si no, fue
entretenido jugar a descubrir el devenir de tus apellidos.
Lorena Burcat.
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