lunes, 2 de junio de 2014

Forzando el destino.


Siento que estoy forzando el destino. Que estoy construyendo un puente entre arenas movediza. Que aunque había una señal de peligro estoy haciendo caso omiso. Esto no puede acabar bien.

Dicen que lo que no acaba bien no acaba nunca. Quizás ayer llegara nuestro punto y aparte. Nuestro punto de inflexión. El momento de reconocer que la broma ya no da para más.

Soy la primera en asegurar que quien no arriesga no gana. Pero contigo apostar es perder incluso antes de mirar las cartas. Y no porque no nos podamos conocer, sino porque en el proceso de llegar hasta ti, me estoy perdiendo a mí.

Se supone que todo ha de ser natural. Que todo ha de fluir. Que ya llegará el momento de conocernos, de reconocernos con los ojos cerrados, de encontrarnos entre los pliegues de la piel, de olvidarnos en olores que no nos provoquen nostalgia. Debería llegar el día en el que asumiéramos que fuimos una bonita etapa. Peculiar, pero inolvidable. Que lo recorrido, lo aprendido siempre suma en el equipaje que nos acompaña en el intenso viaje en el que se ha convertido la vida. Quizás seríamos una aventura corta, quizás no. El tiempo es tan relativo como la belleza.

Hay tantos quizases que debería estar dejando a la improvisación, al mañana. Sorprenderme con cada anécdota de tu infancia. Adaptándome a las manías que te hacen tan peculiar e irresistible. Aprendiendo cada tatuaje que marca tu recorrido y nunca dejar de maravillarme del efecto de tu piel contra la mía. Nadar a contracorriente, coronar el Everest de tu cintura.

Ayer pisé el acelerador sin mirar atrás. Y aunque la adrenalina sigue haciendo su efecto cada vez soy más consciente de que quizás corrí demasiados riesgos al  jugar a los espías y descubrir tu identidad.

Era divertido que fueras el desconocido del autobús. El hombre más sexy que me hubiera podido encontrar en medio de la nada. Lo más opuesto a mi lista de peticiones. El único que hubieras podido saltarte todas los yo nunca hasta acabar conquistándome desde la distancia. Sin mediar palabra.

Creí que al descubrir quien eras el efecto que provocabas en mí se reduciría. Acabaría desapareciendo. Siempre fui una ilusa. Ahora es el momento de asumir que si te conozco en cinco días deberé desaprender lo descubierto. Será la única manera de poder tener una posibilidad. A veces por intentar controlar todo olvidamos que perdemos lo esencial. La naturalidad.


Si ha de ser, será. Fluiremos, disfrutaremos. Aprenderé que el momento está para vivirlo, para aprovecharlo. Si ha de ser y es entenderé que el miedo a lo desconocido no se reduce forzando las cuerdas. Porque si nos hemos de encontrar, lo haremos. Y si no, fue entretenido jugar a descubrir el devenir de tus apellidos. 

Lorena Burcat.

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