Desbordantes situaciones hacen
que conclusiones tangibles se conviertan en indescifrables.
A María le gusta complicarse la
vida. Necesita que el estrés se adueñe de sus entrañas tanto como necesita el
aire para respirar. Es sencillo. El amor llega en el momento menos esperado.
Sin previo aviso. Sin pedir permiso.
No hay segundas oportunidades
para improvisar.
Cree encarecidamente que llorar
hasta desgastarse resuelve los acertijos del corazón. Hay situaciones de las
que solo sabremos el resultado una vez nos hayamos atrevido a vivirlas.
Hemos crecido esperando historias
dignas de estar narradas por Woody Allen. Paisajes de otro mundo. Situaciones
delirantes que se convierten en aventuras entrañables. Hombres estrambóticos que
dan sentido al dicho que el amor es ciego. Pero desengañemos. Los amores de película
solo duran dos horas y la controversia suele llegar después del “The End.”
De lo único que me quedaría de
las películas es con las tomas falsas. Porque creo encarecidamente que todo
aquello que se esconde detrás de la escena definitiva es lo que vale. Lo que
pesa. Lo que cuenta. Las risas por lo absurdo de la situación. Los llantos por
emociones que queremos que nos confundan por no aceptar la realidad. Lo siento
cariño, nos estamos enamorando. Los bailes en la cocina emulando estar en el
Studio 54 de New York intentando conquistar con nuestros contoneos a capitanes
de cricket.
La vida son los matices que conforman
la realidad desde nuestro punto de vista. Cualquier historia la podemos derruir
y reconstruir. Debemos narrar cada final sabiendo que estamos constituyendo el
principio de una nueva era. Determinar aquello que queremos. Poner voz a
nuestros pensamientos. Acción a nuestros sentimientos.
Lorena Burcat.
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