lunes, 24 de marzo de 2014

Madrid.


Y la locura incipiente del primer amor. Y recorrer las avenidas de la vida sin salir de tu cama. Que las preocupaciones ya llegarán. Que los dilemas ya gritarán y se agitarán a nuestras puertas. Hasta entonces vivamos. Como niños sin preocupación. Riamos y silenciemos nuestra conciencia a besos.

Jamás creí en que el amor era una historia para mí. Jamás rendí cuenta a las horas de estudio de la naturaleza humana. Jamás deje de suponer que mi imaginación era la mejor aliada para seguir subsistiendo a esta caótica vida.

Y aun sin experiencia no me arrepiento por arriesgar. Por lanzarme al vacío sin cuerda, sin seguro, sin un sostén que amortigüe la caída. Y lo curioso es que es la adrenalina  la que elige por mí. Y quizás sea esa la gran equivocación. Quizás el creer que alguien puede contribuir a mi felicidad es lo que acaba por hacer sucumbir a mis heridas.


Pero mañana pienso en ello. Mañana me rendiré cuentas a mi estupidez sobre valorada. Por esta noche me voy a permitir observarte en la distancia y seguir fantaseado que algún día pasearemos nuestra historia por algún rincón suspendido de Madrid.

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