Y la locura incipiente del primer
amor. Y recorrer las avenidas de la vida sin salir de tu cama. Que las
preocupaciones ya llegarán. Que los dilemas ya gritarán y se agitarán a
nuestras puertas. Hasta entonces vivamos. Como niños sin preocupación. Riamos y
silenciemos nuestra conciencia a besos.
Jamás creí en que el amor era una
historia para mí. Jamás rendí cuenta a las horas de estudio de la naturaleza
humana. Jamás deje de suponer que mi imaginación era la mejor aliada para seguir subsistiendo a esta caótica vida.
Y aun sin experiencia no me
arrepiento por arriesgar. Por lanzarme al vacío sin cuerda, sin seguro, sin un
sostén que amortigüe la caída. Y lo curioso es que es la adrenalina la que elige por mí. Y quizás sea esa la gran
equivocación. Quizás el creer que alguien puede contribuir a mi felicidad es lo
que acaba por hacer sucumbir a mis heridas.
Pero mañana pienso en ello.
Mañana me rendiré cuentas a mi estupidez sobre valorada. Por esta noche me voy a
permitir observarte en la distancia y seguir fantaseado que algún día
pasearemos nuestra historia por algún rincón suspendido de Madrid.
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