Y aunque nos fascine soñar el despertador acabará sonando. Y al abrir los ojos seré consciente que nuestra realidad solo existió entre alucinaciones de medianoche.
Y será como saltar desde una avioneta a 2.480 kilómetros del suelo. En pleno vuelo. Sin paracaídas ni protección.
Y tendremos unos minutos para aceptar que jamas llegamos a darnos el teléfono. Que quizás hubieras podido ser un poco más insistente. Que quizás debí ser más valiente. Que los celos anónimos son peligrosos aun camuflados en copas a las dos de la mañana.
Que todo eso jamás ocurrió. Ni cerramos garitos ni besos de despedida que den la bienvenida a una noche memorable.
Y que ojala hoy hubiera sufrido pesadillas. De esas feas. De las que te hacen sudar y gritar. De las que agradeces cuando despiertas porque sabes que te espera un gran día.
Pero soñar con apariciones des-contextualizadas hacen que deambule cual alma en pena el resto de la mañana. Anhelando una voz que jamás me llamó. Unas manos que jamás me agarraron impidiendo que huyera.
Y pasar el día a cabezadas intentando rescatar un sueño dormido para probar que con un poco de magia se torne realidad.
Que jodido es enamorarse sin saber ni como llamarte.
Lorena Burriel Catalán.
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