Mocca en mano llevo dos horas intentando escribir algo con sentido. Y
ni modo. No hay manera de despertar a la inspiración dormida.
Hoy no te he visto, Y reniego a creer que eres la razón de que mi
perezosa musa hoy no revolotee al mí alrededor hasta hacerme vomitar las
emociones que me prohibí reconocer.
Mentiría si dijera que no te extraño. Extraño tus miradas de reojo.
Tus manos frías al darme el café. Tus rigurosos buenos días. Tus gritos en la
distancia.
Porque en mi imaginación hemos
mantenido las conversaciones más interesante y fortuitas. Hemos recorrido todas
las puestas de sol en una misma noche. Hemos construido Roma, Paris y Barcelona
en el salón. Hemos acabado con las existencias de frapuccino con extra de crema
del lugar y ya nos conocemos cada centímetro de la piel a fuego. Nos hemos recorrido,
y corrido, de arriba abajo. A besos y a
mordiscos. Día y noche. Haciendo al día siguiente como si siguiéramos siendo
meros desconocidos a los ojos del mundo.
Pero no nos engañemos. Somos desconocidos para nosotros mismos. Se tu
nombre de casualidad. Y aunque paso más horas ensimismada imaginando nuestra
vida continúo detrás de una pantalla por miedo a acercarme a abrir la puerta de
la realidad.
Y no me quejo. Acepto que soy cobarde, que no quiero arriesgarme. Que
me muero ante la posibilidad de que me digas que no. Que no sea tu tipo. Que
tengas pareja. Que simplemente no sepas ni que existo.
Así que mejor mañana. Quizás con un poco de suerte vuelves y
despiertas a mi niña interior.
Lorena Burcat.
Lorena Burcat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario