martes, 12 de agosto de 2014

A cámara lenta.


Hay días en el que todo sucede a cámara lenta. Nos movemos inconscientes repitiendo patrones ocultos. Revelando ante los ojos del mundo cuan preciado es el aire para nosotros.

Sin querer somos capaces de recrearnos en sonrisas de niños. Ilusionarnos en miradas perdidas. Siendo incapaces de ver la fingida alegría de aquellos que se marchan. De lo que emprenden un largo camino hacia lo desconocido siendo conscientes de que no regresaran. Y aun así lo hacen.

Se atreven con todo. A dejar aflorar sus sentimientos fuera de su área de control. Se permiten volver a empezar corriendo el riesgo de nunca acabar. Porque la vida en sí misma es una aventura sorprendente de la que hemos de disfrutar. Enroscarnos en avenidas sin salidas. Dirigiéndonos por carriles en contra sentido. Cediendo. Dejando que nuestra sensatez tome un respiro. Hacer una alto en el camino para contemplar el futuro destino. Replantearnos cuál va a ser el próximo paso. Permitirnos contemplar la realidad desde otro punto de vista. Sentirnos frágiles ante la inmensidad del universo y a la vez extremadamente poderosos. Poderosos de ser los únicos artífices de descubrir donde despertaremos mañana.

Porque las cosas que realmente merecen la pena vivir son las que te permiten que tus emociones se intensifiquen. Aquellas que hacen que la vida se detenga durante un instante para saborear cada nuevo recorrido. Aquellas que aun sin ser nuevas siguen sorprendiendo y maravillando.


Al fin y al cabo lo que realmente le da el valor a la vida es sentir que podemos abrazar la libertad. Permitirnos descansar en brazos de Morfeo y dejarnos llevar. Descubrirnos contemplando el milagro de los sueños en retroceso. Sabiendo que nada es imposible mientras estemos dispuestos a alcanzar velocidad a pesar de que vivamos en una carrera continua a cámara lenta.

Lorena Burcat.

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