En el preciso momento que toda tu
vida es un interrogante. En el momento que todo está suspendido en el aire. En
el exacto momento previo a que el tiempo se reanude y caigamos. Justo entonces,
es el momento de empezar de nuevo.
De cero jamás se vuelve a
empezar. Porque somos todo aquello que hemos vivido. Lo que hemos disfrutado y
lo que hemos rechazado por miedo a lo desconocido. Todas nuestras virtudes y
nuestros defectos. Lo que callamos por miedo a perdernos. Lo que gritamos porque
si nos lo tragamos nos envenenamos.
Quizás cuando todo está por el
suelo, desecho, sin remedio es cuando podemos empezar a recomponer a pedazo
inconexos un futuro estrambótico. Todo lo nuevo es raro, diferente. Cuesta
hacernos de nuevo a la idea. Empezar a tientas a pintar de nuevo los colores de
nuestros sueños.
Y así. Poco a poco. Con el miedo
bombeando nuestra sangre es cuando somos capaces de extender nuestras alas y
empezar a planear. A alzar el vuelo. A
recomponer nuestras esperanzas frustradas. Nuestros anhelos más profundos.
Porque cuando tocamos fondo lo único que podemos hacer es propulsarnos de nuevo
hasta la superficie. Porque del negro, siempre sale la luz.
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