La vida es sorprendente.
Molly había soñado con la noche
perfecta. La velada redonda. Poco se podía escapar a su control. Estaba
preparada. Lista. No iba a dilatar más la espera para enfrentarse a sus más
temidos monstruos internos.
Le costó mucho más de lo que seguramente
esté dispuesta a confesar llegar hasta ese preciso momento. Lo había hablado
miles de millones de veces con sus amigas. Ser la víctima o la heroína de tu
vida depende de una misma. Había decidido que tanto tiempo después iba a redireccionar su vida. El destino no está escrito en las estrellas.
No se equivocó. Bueno, nada aconteció
según lo previsto. Pero sin duda aquella experiencia marco un antes y un después
en su aventura.
Hay mucho cobarde suelto. Gente
incapaz de reconocer sus emociones. Y mucho menos de expresarlas. Compartirlas.
Es curioso cuan egoístas podemos volvernos por no enfrentarnos a nuestros
miedos. Somos capaces de preferir que el otro acabe jodido y sin respuestas. Jugar por no saber que opción escoger.
Tratar de evadir nuestros problemas entre nubes de cenizas. Intentar descubrir
la respuesta adecuada de rodillas. Cambiar de dirección en el último segundo haciendo
que el otro se desoriente. Y todo por no ser sincero con uno mismo. Pero eso es
una historia para otro día.
Sin duda de todas las opciones
posibles. De todas las salidas a aquella noche esa no estaba prevista.
Imposible calibrar aquello que va a pasar. Pero o se gana o se aprende.
Aquella noche Molly aprendió que
el valor real de uno mismo solo nos lo podemos asignar nosotros. Nadie puede
cuantificar lo que valemos. Porque somos la suma inexacta de todas nuestras
historias. De todas nuestras batallas. Las vencidas y las aprendidas.
Entendió que lo importante es
tomarnos los contratiempos con humor. Reírse de los problemas absurdos que se
nos plantean en el recorrido. Afrontar con optimismo las adversidades que nos
ayudan a crecer. Reconocer cuando el problema es nuestro o simplemente es una huida
del otro.
Sintió que enfrentarse a nuestros
miedos siempre tiene una recompensa positiva. Porque solo dando un paso más
allá de nuestra amada zona de confort podemos encontrar el significado real de querernos.
La sensación de que por fin
tienes el control real sobre tus acciones no tiene precio. Saber que a partir
de ahora seguimos hacia adelante agradeciendo cada bache que nos ha permitido
estar hoy contemplando este nuevo principio.
Pero lo más importante es que lo consiguió.
Consiguió hacer una de las cosas más difíciles en la vida que es desaprender
una creencia y aprender una completamente distinta. La lección más grande que aprendió
fue que los hombres son buenos.
Lorena Burcat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario