lunes, 11 de agosto de 2014

Aprender.


La vida es sorprendente.

Molly había soñado con la noche perfecta. La velada redonda. Poco se podía escapar a su control. Estaba preparada. Lista. No iba a dilatar más la espera para enfrentarse a sus más temidos monstruos internos.

Le costó mucho más de lo que seguramente esté dispuesta a confesar llegar hasta ese preciso momento. Lo había hablado miles de millones de veces con sus amigas. Ser la víctima o la heroína de tu vida depende de una misma. Había decidido que tanto tiempo después iba a redireccionar su vida. El destino no está escrito en las estrellas.

No se equivocó. Bueno, nada aconteció según lo previsto. Pero sin duda aquella experiencia marco un antes y un después en su aventura.

Hay mucho cobarde suelto. Gente incapaz de reconocer sus emociones. Y mucho menos de expresarlas. Compartirlas. Es curioso cuan egoístas podemos volvernos por no enfrentarnos a nuestros miedos. Somos capaces de preferir que el otro acabe jodido y sin  respuestas. Jugar por no saber que opción escoger. Tratar de evadir nuestros problemas entre nubes de cenizas. Intentar descubrir la respuesta adecuada de rodillas. Cambiar de dirección en el último segundo haciendo que el otro se desoriente. Y todo por no ser sincero con uno mismo. Pero eso es una historia para otro día.

Sin duda de todas las opciones posibles. De todas las salidas a aquella noche esa no estaba prevista. Imposible calibrar aquello que va a pasar. Pero o se gana o se aprende.

Aquella noche Molly aprendió que el valor real de uno mismo solo nos lo podemos asignar nosotros. Nadie puede cuantificar lo que valemos. Porque somos la suma inexacta de todas nuestras historias. De todas nuestras batallas. Las vencidas y las aprendidas.

Entendió que lo importante es tomarnos los contratiempos con humor. Reírse de los problemas absurdos que se nos plantean en el recorrido. Afrontar con optimismo las adversidades que nos ayudan a crecer. Reconocer cuando el problema es nuestro o simplemente es una huida del otro.

Sintió que enfrentarse a nuestros miedos siempre tiene una recompensa positiva. Porque solo dando un paso más allá de nuestra amada zona de confort podemos encontrar el significado real de querernos.

La sensación de que por fin tienes el control real sobre tus acciones no tiene precio. Saber que a partir de ahora seguimos hacia adelante agradeciendo cada bache que nos ha permitido estar hoy contemplando este nuevo principio.

Pero lo más importante es que lo consiguió. Consiguió hacer una de las cosas más difíciles en la vida que es desaprender una creencia y aprender una completamente distinta. La lección más grande que aprendió fue que los hombres son buenos.


Lorena Burcat.

No hay comentarios:

Publicar un comentario