jueves, 14 de agosto de 2014

En tierra de nadie.


Dicen que al viajar te encuentras por contraste. Que crecer es aprender a despedirse. He cerrado tantas puertas y he abiertos tantos nuevos horizontes que ya no sé dónde me acuesto. Ni donde voy a descubrir mi nuevo destino. Sé que esto es solo una zona de paso más. Un lugar puente que conecta con mi próximo destino aún incierto.

Es fascinante cuán rápido me adapto a las nuevas emociones. A las calles que aunque parecen que siempre cuentan las mismas historias siempre te permiten descubrir significantes aventuras.

Me entristecía saber que podría seguir avanzando por las inmensidades de estas nuevas realidades pero que nunca tendría un punto de retorno. Un hogar al que volver y refugiarme. Cuatro paredes que se convirtieran en pilares donde fomentar mi libertad. Viajes que siempre tendrían destino de vuelta. Regresos placenteros que me ayudarían a dar un paso más allá. Porque pasará lo que pasará siempre estaría ahí para mí.

Me equivoque. Soberanamente. Había un pequeño detalle que no tuve en cuenta. Un minúsculo matiz que cambió el significado de aquel discurso ofuscado.  La realidad se tornó diferente cuando entendí que al final moriré en tierra de nadie.

Y a todos nos pasará lo mismo.

Porque no pertenecemos al nido en el que nacemos sino al cielo en el que aprendemos a volar.


Porque ahora sé que vaya donde vaya puedo construir mi hogar. Envejecer con el conocimiento de que cada atardecer es un refugio para el próximo despertar. Porque vayamos donde vayamos siempre nos tendremos a nosotros mismos. Y que pase lo que pase la luna es la misma en cualquier lugar. Y eso nos da la seguridad de que una nueva aventura esta por empezar. 

Lorena Burcat.

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