Hoy estoy a dos calles.
Es absurdamente curioso cuanto
puede cambiar una misma historia en cuestión de treinta segundos. La diferencia
de arreglarte e ir o quedarte en casa con las chicas mientras la tormenta se
cierne sobre Bradninch. El cambio que hubiera supuesto encontrar un taxi
aquella mañana que me llevara hasta sus brazos. Cuan diferente sería la
historia si yo me hubiera creído, aunque hubiera sido un instante, que de
verdad le gustaba. Que por fin para alguien no era un estúpido juego más. Pedía
algo que marcara la diferencia y cuando lo encontré fracasé por asumir que eso
tan maravilloso no me podía estar ocurriendo a mí.
Esta noche está siendo una gran
noche. La casa está a rebosar, las risas y las botellas se multiplican y se vacían
estrepitosamente. Todo el mundo parece estar divirtiéndose y yo solo me puedo
centrar en la ausencia de alguien que hace cuatro meses ni existía y que a día
de hoy ha desaparecido dejando un rastro de resentimiento y culpabilidad. Todo
por no querer apostar, no fuera que mi orgullo quedara magullado durante el
transcurso.
Hoy estás a dos calles de mí, y
te siento demasiado lejos. A este lado del parque todo me sigue pareciendo monótonamente
gris.
Lorena Burcat.
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