Ocultar verdades es como tener
las medias con carreras. Crees que no se harán más grandes. Sabes que están ahí
pero intentas disimular, no hay tiempo para cambiarlas por otras. Solo podemos
rezar porque nadie se dé cuenta y si nos las acaban viendo esperemos que con
una media sonrisa se pueda solventar. No mentimos pero es igual de dañino decir
la verdad a medias, con la boca bien pequeña y mirando hacia otro lado. Acabamos cayendo en una carrera a contrarreloj
de obstáculos e incertidumbres. De sentimientos agolpados que necesitan salir a
la luz. Emociones contradictorias que amenazan con estallar en cualquier
momento.
Sabía que tu adiós escondía un
hasta luego. Deseaba que fuera fruto de mi imaginación. Intentaba creer que el día
que cerrarías tras de ti la puerta te marcharías para siempre. Suplicaba para
mis adentros que con tu último portazo te llevaras los miedos y las angustias.
No sabría marcharme pero si aprendía seria para no regresar. Con tu último beso
no tuve en cuenta que te fuiste sin ser
echado, por lo tanto regresarías sin previo aviso y sin pedir permiso.
Y volver, por el simple hecho de
echar de menos irse. Por recordar lo que fue y no quisimos continuar. Decías
que empezar de cero no era suficiente. Quizás fuera cierto. Pero por el simple
hecho de que nunca nos permitimos acabar como para plantearnos un nuevo
principio.
Siento la necesidad de escupirte
a la cara todas las verdades silenciadas por el miedo a perderte. A que contigo
se fuera un pedazo de mí y no lo pudiese recuperar jamás. Perderte el miedo y
explicarte que ahora soy yo la que
cambio de casa para que no puedas encontrar de nuevo la puerta por la que
amenazas salir y dejar otra vez mi vida hecha trizas.
Crecer es aprender a despedirse. Así
que gracias y hasta siempre.
Lorena Burcat.
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