Quizás deba aprender a decirte
las cosas a la inversa por ver si así surge efecto.
Quizás debería empezar por el principio y
contarte que antes de empezar a escribir nuestra historia ya era consciente que
el final iba a llegar. Siempre supe que la soledad acabaría siendo mi única fiel
acompañante en el camino a la reconquista de mi misma.
No quiero más amaneceres en camas
separadas anhelando estar unos centímetros más cerca para poder rozar tu
espalda con mis dedos y verificar que no eres un sueño velado, que realmente me
quieres a tu lado. Ni siquiera recuerdo cada beso, abrazo y caricia que nos dimos
hasta el último lunes en el que decidiste no regresar. Jamás te perdonare que
pensaras que era yo la que pasaba, que me había cansado, que mi punto y final
contigo había llegado precipitadamente.
Debería contar alguna mentira
para reforzar mi absurdo discurso y prometerte que nunca te quise. Que cada vez
que me cantabas a grito pelado que el amor es la cura de cualquier mal y yo soy tu cura deseaba que te estuvieras
equivocando de destinataria. Necesito explicarte que jamás lo lograste, no supiste
hacerme ver las estrellas. Más bien hacías que todo se convirtiera en un
fundido a negro. Aventuras soporíferas por las que suplicaba que acabaran.
Te prometo que no voy a volver.
Que jamás fui tuya, ni creí que terminaríamos contando esta historia a nuestros
nietos. Te suplico que entiendas de una vez por todas que necesito que me hagas
caso y no recuerdes más a que sabían las tardes de invierno, a que olía la
primavera en mi cintura, ni las vistas al futuro que divisábamos en primavera.
Por favor, no insistas. Un nosotros jamás tendrá sentido.
Lorena Burcat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario