Creo que no llegaré a entender la
gente que afirma que hay vida antes del café de las nueve. Antes de eso de
persona tengo poco. Vida y media me cuesta arrastrarme hasta la ducha. Si es un
lunes quizás ni eso consiga. Digamos que el sábado se nos fue un poco de las
manos y ya no sé si esto es falta de sueño o que la resaca ha decidido
instalarse.
Aún sigo intentando reconstruir a
pedacitos alguna escena completa y coherente de nuestra última fiesta sin
suerte. Sofí me ha llamado por si me apetecía comer con ella. Creo que mi menú será
un par de flat whites en vena y una aspirina.
Si me cuesta acostumbrarme a
razonar antes del primer café, hacerlo tras dos noches apoteósicas el resultado
puede llegar a ser un desastre descomunal. Pero no hay mal que por bien no venga. Ahora
solo falta ponerle nombre y rostro al número de teléfono que he encontrado
escrito en el dorso de la cajetilla de tabaco.
No encuentro el momento oportuno
para acabar el trabajo y volver a casa a enterrarme en una montaña de mantas
mientras el diluvio universal se cierne sobre nosotros al otro lado del
cristal. Y tengo los acompañantes perfectos, pizza de pepperoni y helado de
chocolate.
Los lunes post-resaca no suelen ser
sencillos. Pero con sobredosis de cafeína y comida basura todo se lleva mejor.
Lorena Burcat.
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