martes, 28 de octubre de 2014

Veladas improvisadas

Parece que sea ahora. Recuerdo esa noche como si en este preciso momento estuviese ocurriendo.

Al otro lado de la ventana la tormenta empezaba a hacer su aparición iluminando la oscuridad insólita a las cuatro de la tarde. En casa me seguía debatiendo si ir corriendo al supermercado más cercano o sobrevivir lo que quedaba de día con las escasas provisiones con las que contaba en casa. Un par de huevos, algunas galletas digestivas blandas, un par de quesitos, algo de chocolate y una botella de whiskey. Todo muy saludable y nutritivo.

Tras media hora mirando al infinito divagando por la desértica cocina decidí que la mejor opción sería invitar al vecino de enfrente a ver una película y con la excusa que trajera algo de comer. Así mataba dos pájaros de un tiro, y todo sin prácticamente moverme del sofá.

Al cabo de media hora Alex llamaba a la puerta con pizzas de pepperoni en una mano y Casablanca en la otra. Perfecto. No tenía intención de no hacer otra cosa que no fuera ver la película hasta el final y tras ello despedirnos muy cordialmente, cual costumbres inglesas y acabar de pasar la velada hecha un ovillo en el sofá viendo alguna reposición absurda comiendo quesito untado en galletas y bebiendo de la botella directamente aguardiente.

Digamos que aquel plan hizo aguas por todas partes. ¿Vosotros habéis visto la película? Porque yo no. Creo que me quede en la escena inicial de la cantina. Acabé compartiendo una diminuta cama de noventa con un tío que superaba con creces el metro ochenta. Las pizzas acabaron abandonadas frías y algo quemadas en una esquina del salón. Acabamos cenando besos, caricias y alguna que otra propuesta indecente. Nada saludable pero muy entretenido.

Será que la tormenta que se debate en irrumpir mi tranquilidad me ha hecho despertar viejos recuerdos de veladas improvisadas. De esas que hacen que los planes de última hora sean los más valorados. Es extraño hallarme sentada en medio de la cocina rebosante de comida. Hoy podría invitar a un regimiento a cenar y aun podría comer mañana sin problema alguno. Y a pesar de que hoy sí que puedo aprovechar y cenar tranquilamente viendo una reconfortante película, de lo único que tengo ganas es de acabarme todas las provisiones para tener una excusa para llamarte de nuevo. Pero esta vez olvídate de la cena, el postre ya te está esperando en casa.

Lorena Burcat.



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