Parece que sea ahora. Recuerdo esa noche como si en este
preciso momento estuviese ocurriendo.
Al otro lado de la ventana la tormenta empezaba a hacer su aparición
iluminando la oscuridad insólita a las cuatro de la tarde. En casa me seguía debatiendo
si ir corriendo al supermercado más cercano o sobrevivir lo que quedaba de día
con las escasas provisiones con las que contaba en casa. Un par de huevos,
algunas galletas digestivas blandas, un par de quesitos, algo de chocolate y
una botella de whiskey. Todo muy saludable y nutritivo.
Tras media hora mirando al infinito divagando por la desértica
cocina decidí que la mejor opción sería invitar al vecino de enfrente a ver una
película y con la excusa que trajera algo de comer. Así mataba dos pájaros de
un tiro, y todo sin prácticamente moverme del sofá.
Al cabo de media hora Alex llamaba a la puerta con pizzas de
pepperoni en una mano y Casablanca en la otra. Perfecto. No tenía intención de
no hacer otra cosa que no fuera ver la película hasta el final y tras ello
despedirnos muy cordialmente, cual costumbres inglesas y acabar de pasar la velada
hecha un ovillo en el sofá viendo alguna reposición absurda comiendo quesito
untado en galletas y bebiendo de la botella directamente aguardiente.
Digamos que aquel plan hizo aguas por todas partes. ¿Vosotros
habéis visto la película? Porque yo no. Creo que me quede en la escena inicial
de la cantina. Acabé compartiendo una diminuta cama de noventa con un tío que
superaba con creces el metro ochenta. Las pizzas acabaron abandonadas frías y algo
quemadas en una esquina del salón. Acabamos cenando besos, caricias y alguna
que otra propuesta indecente. Nada saludable pero muy entretenido.
Será que la tormenta que se debate en irrumpir mi
tranquilidad me ha hecho despertar viejos recuerdos de veladas improvisadas. De
esas que hacen que los planes de última hora sean los más valorados. Es extraño
hallarme sentada en medio de la cocina rebosante de comida. Hoy podría invitar
a un regimiento a cenar y aun podría comer mañana sin problema alguno. Y a
pesar de que hoy sí que puedo aprovechar y cenar tranquilamente viendo una
reconfortante película, de lo único que tengo ganas es de acabarme todas las
provisiones para tener una excusa para llamarte de nuevo. Pero esta vez olvídate
de la cena, el postre ya te está esperando en casa.
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