El tiempo pasa y
perdura. Deja huella en el camino. Volver no siempre es la solución pero si el
refugio. Encontrar la esencia de nuevo entre las cuatro paredes de lo que
nosotros determinamos como hogar.
Sentir la duda de
si algún día al regresar todo seguirá intacto, tal y como lo dejamos. Siento
decirte que es imposible. Llegaremos con otra mirada, con un corazón reforzado,
tal vez lastimado. Apreciando matices inexistentes al ojo humano pero que
persisten en la lucha hacia lo infinito.
Y cuando ese día
llegue, porque llegara, cuando sintamos que empezamos el viaje de vuelta al
inicio nos daremos cuenta de lo poderosos que somos. Nadie nos podrá parar. Y
pase lo que pase nunca estaremos solos, siempre podremos contar con nosotros
mismos.
Dejarnos la piel,
sudar sangre, clavar los dientes. Todo será poco para ser.
Ser la mujer, la
luchadora, la de la mirada dulce. La amiga y confidente. La que un día va a ser
madre y amante. La divertida, observadora y detallista. La que se sulfura rápidamente.
La que se lo toma todo a la tremenda. La soñadora, la intensa, la apasionada.
La hija, la que persiste, la que vence.
Porque la felicidad
es palpable mientras ponemos rumbo hacia casa. Porque quizás el camino sea
incierto, dudoso, difícil. Pero el precio será muy bajo por poder vivir la aventura de descubrir quiénes somos. Nada
comparado con el sabor de la victoria al echar la vista atrás y ver que lo
hemos logrado.
Lorena Burcat.
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