Hay días en los que nos sentimos apáticos.
Sin ganas de nada. Bueno si, de una cosa. De ponernos el pijama y ver un maratón
de películas absurdas mientras nos atracamos a palomitas con nocilla. Todo una
guarrada, poco productivo pero muy apetecible. Hoy es un día de esos.
Esta mañana lucia el sol, hacía
calor y por fin había llegado el día. Hoy había concierto en la ciudad. De esos
que harán historias. Y sus amigos eran los teloneros. Había comprado un vestido
negro cortísimo. Le quedaba espectacular. Unos tacones poco prácticos pero que
le hacían unas piernas de infarto. Nada podía fallar. Había quedado con el
chico que le gustaba, Jean Paul un francés adorable que estudiaba en la
universidad de la ciudad. Todo iba a presagiar que iba a ser una noche
memorable.
En media hora sale el bus, llueve,
el pelo esta rebelde y el vestido parece un saco arrugado. ¿Algo más? Bea está
desesperada por que nada está saliendo sobre lo previsto. Presagia que la noche
va a ser un total fracaso.
Es divertido los problemas trascendentales
que nos ocurren en el primer mundo. Citas pasadas por agua. Kilos de más que
nos bajan drásticamente la autoestima y las perspectivas. Todo muy importante y
relevante.
Es fascinante lo quejicas que
llegamos a ser. A veces la vida cambia completamente si somos capaces de
cambiar la perspectiva desde dónde miramos las cosas. Nada es blanco o negro.
Bueno o malo. Un éxito o un completo fracaso.
Hay que saber aceptar las
adversidades. Aprender a surfear las olas. Poner al mal tiempo buena actitud. Y
salir a comernos el mundo. Hay días para encerrarnos en casa y maldecir nuestra estupidez
crónica. Siempre hay otra opción. Reírnos de todo. Con humor todo se ve mejor.
Además, nunca sabes a quien le puede cambiar el día tu sonrisa.
Lorena Burcat.
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