martes, 22 de julio de 2014

Tiempo perdido.


Hay historias que aunque no queramos son. Acaban por marcar. Por contar. Por hacer que la balanza acabe decantándose por el lado incorrecto. Por el prohibido. Por el que deseamos pero que nuestra moral rechaza. Por el que nos hará daño.

Dejamos que el tiempo pase. Fantaseando con el chico malo que solo cambia en los libros subidos de tono. Conformándonos con el chico mono y sensato. El que nos conviene. El buenazo.

Permitimos que nos creamos esta historia de que o con el malo o seremos infelices. Que solo con un tipo que te hace perderte a ti misma te puedes sentir viva. Que lo vas a cambiar. Pero hay algo que en este discurso no funciona. No encaja. Hace que me replantee un par de cosas.

¿De verdad? No creo que necesitemos a nadie que nos hunda para que podamos salir del pozo. Intuyo que el problema va un poco más atrás. Es un poco más profundo. Recae en  nosotros mismos.

Creía que el lado prohibido era el del tipo duro. Que realmente el bueno no me despertaba ninguna emoción. Que o era con el que te hace suplicar o con nadie. Y quizás había un pequeño fallo. Un error tipográfico en el que no había recaído. Era todo mentira.

Lo intenté. Olvidé todo aquello que un día decidí que merecía. Cedí. Caí y me acomode. Me di de bruces contra un cuerpo y allí me quede a residir. Permití olvidarme de mis principios. Que tan principios no debían ser porque los acabé malvendiendo por un par de orgasmos a medias. Cambie la combinación a mi corazón. Enterré mi futuro por anclarme a un pasado dudoso, a un presente incierto.

Deje que el peso de las emociones que no podía mostrar me hundieran. Toque fondo. Eché el ancla y espere. Permití que el tiempo decidiera cuando recibiría la siguiente bocanada de aire. Si aquel último beso había firmado mi sentencia de muerte. Y me dormí. Me abandone en un rincón. Creyendo que yo era incapaz. Que de allí no saldría. Que era lo que me había buscado. Lo que merecía.

Todo pasa. Pesa. Cuenta. Y los días hacen que acabes despertando. Perdida en la inmensidad de tu tristeza. Creí que el tiempo perdido era horrible. Que una vida sin él era lo peor.


Y entonces me di cuenta de que podía ser peor. Podía no doler. 

Lorena Burcat.

No hay comentarios:

Publicar un comentario