Hay veces que el dolor del
fracaso es tan profundo que solo se puede diluir a golpes.
Es como esos polvos de reconciliación
en los que es imposible llegar al orgasmo. Ni se disfrutan ni cierran heridas. Porque
no hay una búsqueda en común, solo son dos personas desahogándose incapaces de
mediar palabra. Cuerpos vacíos. Almas carentes de paz. Se mueven por instinto
intentando aliviar tensiones que jamás se resolverán. Porque el problema no es
con el otro. El problema es que somos incapaces de ser coherentes con nosotros
mismos.
Alexa seguía aferrada a la idea
de que nunca es tarde. De que las casualidades siempre se convierten en
causalidades. Y aunque las manecillas del reloj hacían trece minutos que pasaban
de la hora prevista ella seguía creyendo que aparecería.
Aquella mirada retante de un
desconocido era lo que hacía que estuviera en vilo todo el día. Suponia su bocanada de aire fresco hasta el siguiente amanecer. Eran apenas
tres minutos entre un cambio y otro de autobús pero servían para entender que
aquello podía llegar a ser algo más. Aún tenía que descifrar que significaba
aquella incógnita. Pero sin duda se sentía protegida sabiendo que mañana tras
mañana el estaría ahí para salvarla.
El primer día que lo vio se quedó
sin respiración. Cuando, tras dos semanas de tormento fantaseando con Don
misterioso él se fijó en ella la boca se le secó. El pulso se le acelero y sintió
la enorme necesidad de saltar al vacío. Daba igual que se encontraría tras la caída
pero al menos sentiría que seguía viva.
Es extraño necesitar de alguien
para seguir avanzando. Más si no tenemos ni siquiera un nombre para saciar
nuestra curiosidad. Pero la forma imperiosa y desafiante que aquel hombre tenía
para hacerla sentir mujer hacían que cualquier imaginación irreal e imposible
tuvieran sentido.
Y sin haber conseguido ni una
sonrisa completa míster perfecto desapareció sin dejar rastro. Haciéndola
sentir como si todo hubiera formado parte de una alucinación muy placentera
pero absurda.
Y entonces llego el dolor.
Porque podemos suponer todo y más,
pero si no tenemos nada tangible a lo que agarrarnos como tabla de salvación
para continuar acabamos ahogándonos.
La vida está llena de enseñanzas
que nos indican que todo es cuestión de priorizar. Quizás si se hubiera atrevido
a cruzar esos metros que le separaban ahora tendría un apellido, incluso un número
de teléfono. Quizás no dormiría sola por las noches, ni tendría que fantasear para llegar al clímax
porque él la haría llegar. Quizás el fuera el tipo que siempre estuvo esperando
sin saberlo. Quizás hubiera sido un error más en la larga lista de aprendizajes.
Ya de nada sirve preguntarse qué
hubiera sido de Alexa sí hubiera arriesgado. Lo que es seguro es que no ardería
de rabia como lo hace ahora. Porque el dolor se apodera de sus sentidos por no ser
capaz de perdonarse que un día no fuera capaz de arriesgar.
Dicen que el tiempo todo lo cura.
Queridos mortales, para la próxima
déjense llevar. Puede que acaben dolidos pero al menos no habrá dudas que no puedan saciar su curiosidad.
Lorena Burcat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario