La vida está construida a base de
primeras veces. Algunas son más memorables que otras. Las hay que abren puertas
y otras suponen puntos y aparte. Algunas acercan posiciones y otras, en cambio,
hacen que la distancia se convierta en un abismo.
Siempre esperamos que nos dejen
un buen sabor de boca. Que nos inciten a
continuar, a querer más. A necesitar saber que vendrá después. Leyendo a ciegas
que paso es el siguiente. Cual nos abrirá las puertas a nuevas sensaciones.
Las emociones son las fieles
compañeras de las primeras veces. Siempre están ahí demostrándote el valor de
arriesgar a no pensar. Dejar que las cosas fluyan, que simplemente ocurran.
Existe el contrapunto. Los
miedos. Aquellos que nos paralizan. Que hacen que dudemos hasta de por dónde
sale el sol. Aquellos que no permiten que disfrutemos avanzando en este serpentuoso
camino de victorias y aprendizajes.
Son imprescindibles. Cuando los halléis
no huyáis en dirección contraria. Enfrentarlos. Hablad con ellos. Intercambiad
opiniones. Porque siempre ocultan parte de una verdad que nos sirve para aceptar
el grosor de cada situación.
Cada primera vez tiene su final.
Aquel punto y seguido. Quizás simplemente sea un hasta luego. O un hasta
siempre va a ser nuestra mejor opción. Sea cual sea el resultado final es increíblemente
placentero detenernos a saborear el trayecto. El trascurso de los acontecimientos.
Permitirnos dar un paso más y vivir la realidad.
Es difícil que ante nuevos retos
no tengamos miedo. A fallar. A fracasar. A no estar a la altura de la circunstancias.
Pero de lo único que podemos atemorizarnos es de permitir que los miedos
decidan.
En la vida hay que encontrar
aquello que nos apasiona. Aquello por lo que estamos dispuestos a seguir hacia
adelante. Aquello que nos mueve y nos conmueve. Solo encontrando el significado
de la ilusión seremos plenamente felices. Porque entonces seremos capaces de
ver la vida con los ojos de un niño. Y cada amanecer será un nuevo reto de desafíos. Nuevas oportunidades que nos permitirán
seguir creciendo hasta que un día estemos listos para despedirnos.
Lorena Burcat.
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