La vida cambia en un abrir y
cerrar de ojos. Un guiño. Una sonrisa torcida y podemos empezar a despedirnos
de la cordura. Hace tres semanas las dudas empapaban mis días. Las confusiones
eran parte de mis constantes vitales.
Mirar atrás y ver los cambios es
un tanto extraño. Venimos del mismo lugar. De omitir a pasivas nuestros
sentimientos. De no preguntar porque sabemos que las respuestas no serán. Mejor
no avancemos no vaya a ser que acertemos. No vayamos a encontrarnos con
afirmativas. No tengamos que aceptar lo evidente.
Siempre hemos hablado del amor
como algo que jamás llega. Y que si algún día llegará seguro pasaría de largo.
Eso no es para nosotras.
Quizás necesitaba un viaje hasta
Colombia para darme cuenta que lo esencial es invisible. Que al final todo es cuestión
de piel. Que huir podemos seguir huyendo de por vida. Echar a correr sin mirar atrás.
El problema es que de la única persona que no podremos huir por muy lejos que
lleguemos es de nosotros mismos.
Así que paremos. Respira e
inspira. Y observemos a nuestro alrededor. Todo continúa absolutamente igual. Ningún
cambio aparente. Pero en el fondo nada consigue ser impasible al paso del
tiempo. Hay preguntas que no sabemos contestar.
Tres semanas atrás algo cambio en
mí y decidí darme una oportunidad. Una oportunidad para demostrarme que
cualquier cosa se puede lograr. Solo hay que desearlo de verdad. Exactamente no
sé qué va a pasar. Pero estoy dispuesta a vivirlo para contarlo. Hoy empieza
una nueva etapa.
Punto y aparte.
Lorena Burcat.
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