lunes, 7 de julio de 2014

Tres semanas después.


La vida cambia en un abrir y cerrar de ojos. Un guiño. Una sonrisa torcida y podemos empezar a despedirnos de la cordura. Hace tres semanas las dudas empapaban mis días. Las confusiones eran  parte de mis constantes vitales.

Mirar atrás y ver los cambios es un tanto extraño. Venimos del mismo lugar. De omitir a pasivas nuestros sentimientos. De no preguntar porque sabemos que las respuestas no serán. Mejor no avancemos no vaya a ser que acertemos. No vayamos a encontrarnos con afirmativas. No tengamos que aceptar lo evidente.

Siempre hemos hablado del amor como algo que jamás llega. Y que si algún día llegará seguro pasaría de largo. Eso no es para nosotras.

Quizás necesitaba un viaje hasta Colombia para darme cuenta que lo esencial es invisible. Que al final todo es cuestión de piel. Que huir podemos seguir huyendo de por vida. Echar a correr sin mirar atrás. El problema es que de la única persona que no podremos huir por muy lejos que lleguemos es de nosotros mismos.

Así que paremos. Respira e inspira. Y observemos a nuestro alrededor. Todo continúa absolutamente igual. Ningún cambio aparente. Pero en el fondo nada consigue ser impasible al paso del tiempo. Hay preguntas que no sabemos contestar.

Tres semanas atrás algo cambio en mí y decidí darme una oportunidad. Una oportunidad para demostrarme que cualquier cosa se puede lograr. Solo hay que desearlo de verdad. Exactamente no sé qué va a pasar. Pero estoy dispuesta a vivirlo para contarlo. Hoy empieza una nueva etapa.
Punto y aparte.


Lorena Burcat.

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