A veces vivimos historias que
creemos únicas. Y cuando la función acaba todo se viene abajo. No hay hoja
siguiente en la que seguir escribiendo porque sentimos que se acabó el libro.
Todo es oscuro. Un túnel sin salida. Y así se lo hacemos saber al mundo. Día
tras día. Sin darnos la oportunidad de seguir caminando. Nunca se sabe que
podemos encontrar al girar la esquina.
Deberíamos hacer como al final de
las películas. Cuando la cámara se aleja y la ciudad se queda suspendida en
medio de las emociones provocada por una historia irrepetible. Improbable, pero
no imposible. En ese instante es cuando
caemos en un pequeño detalle. Minúsculo. La historia que acabamos de vivir
resulta ser un simple punto luminoso en medio del bullicio frenético de una
ciudad que nunca descansa.
Porque si somos capaces de dar la
perspectiva necesaria la vida cobra otro sentido. Quizás no queramos darnos
cuenta de lo sencillo que es llamar a la puerta de enfrente, de devolver la
sonrisa al camarero con el que sueñas. O descolgar una llamada al que,
seguramente, será el peor polvo de tu vida. Todo
son suposiciones. Jamás descubriremos sí
el vecino del 6C desayuna café o cuantos lunares tiene en la espalda. Porque
nada pasara si no eres capaz de dar un paso más.
No son necesarias estrategias, ni
planes dignos de la CIA. Simplemente empecemos por obviar que es difícil. Que
no está disponible. Porque si fraccionamos aquello que nos propongamos todo está
a nuestro alcance. Solo hay que dejarse llevar y provocar la casualidad necesaria
para conocer cuál será el siguiente capítulo.
Porque como en cualquier comedia romántica,
solo depende de nosotros crear la oportunidad que andábamos buscando. Quien
busca encuentra. Solo nuestra actitud determina nuestra altitud.
Lorena Burcat.
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