martes, 13 de mayo de 2014

Improbable, no imposible.


A veces vivimos historias que creemos únicas. Y cuando la función acaba todo se viene abajo. No hay hoja siguiente en la que seguir escribiendo porque sentimos que se acabó el libro. Todo es oscuro. Un túnel sin salida. Y así se lo hacemos saber al mundo. Día tras día. Sin darnos la oportunidad de seguir caminando. Nunca se sabe que podemos encontrar al girar la esquina.

Deberíamos hacer como al final de las películas. Cuando la cámara se aleja y la ciudad se queda suspendida en medio de las emociones provocada por una historia irrepetible. Improbable, pero no imposible.  En ese instante es cuando caemos en un pequeño detalle. Minúsculo. La historia que acabamos de vivir resulta ser un simple punto luminoso en medio del bullicio frenético de una ciudad que nunca descansa.

Porque si somos capaces de dar la perspectiva necesaria la vida cobra otro sentido. Quizás no queramos darnos cuenta de lo sencillo que es llamar a la puerta de enfrente, de devolver la sonrisa al camarero con el que sueñas. O descolgar una llamada al que, seguramente, será el peor polvo de tu vida.   Todo son suposiciones.  Jamás descubriremos sí el vecino del 6C desayuna café o cuantos lunares tiene en la espalda. Porque nada pasara si no eres capaz de dar un paso más.

No son necesarias estrategias, ni planes dignos de la CIA. Simplemente empecemos por obviar que es difícil. Que no está disponible. Porque si fraccionamos aquello que nos propongamos todo está a nuestro alcance. Solo hay que dejarse llevar y provocar la casualidad necesaria para conocer cuál será el siguiente capítulo.


Porque como en cualquier comedia romántica, solo depende de nosotros crear la oportunidad que andábamos buscando. Quien busca encuentra. Solo nuestra actitud determina nuestra altitud. 

Lorena Burcat.

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