A veces nos ofuscamos tratando de
abrir una puerta cerrada. De continuar por un camino sin salida. Un callejón
sin retorno. Nuestra creencia es tan grande que somos incapaces de
replantearnos que es lo que podría llegar a valer lo suficiente como para continuar intentándolo
hasta la extenuación.
Creer que algo no es para nosotros
no justifica que nos cerremos en banda. Que debamos olvidar. Darnos por
perdidos. A veces encontramos algo tan, tan bueno que somos incapaz de aceptar
que es nuestra oportunidad.
Por eso preferimos seguir intentándolo
con imposibles. Con puertas que no se abrirán. Y que sí algún día, por
casualidad, se abrieran lo único que encontraríamos
sería una habitación vacía. A veces no creer en nuestras posibilidades hace que
perdamos trenes realmente fascinantes.
Así que cuando encontremos una
puerta cerrada quizás deberíamos buscar una ventana por la que salir. Porque la
probabilidad de encontrar es proporcional a la ilusión con la que buscamos.
Sin riesgo no hay aventura. Y
aunque sea cedámonos un fin de semana para no pensar. Para volar y derrumbar los
muros de contención. 48 horas. Estoy convencida que si decidimos olvidarnos del
tiempo perdido y bailamos encontraremos el improbable más satisfactorio jamás
soñado.
Nos lo debemos. Solo es necesario un instante para rozar la
eternidad.
Lorena Burcat.
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