Pequeña. Diminuta. Inexistente.
Así es como me hacías sentir.
Supongo que nunca llegaré a decirte adiós del todo. Te has convertido en un
hasta luego perpetuo. En una constante en mis días. En un recuerdo que me
enseña la importancia de la vida. Hay cosas que es mejor no olvidar, aunque duelan.
Aunque se conviertan en un grito permanente de auxilio.
Puede sorprender que tal autoflagelación
sirva para algo pero para mí tiene sentido. Me ayuda a permanecer atenta. No por
no repetir los errores, si no, por no olvidar lo que realmente cuenta.
Lo que cuenta es que el dolor
acaba remitiendo, y las heridas con paciencia y constancia cicatrizan. Las
lecciones es mejor no perderlas nunca de vista. Porque quizás ya es tarde. No
se puede volver atrás y gritar. No callar, y dejar que las lágrimas se lleven
el miedo y así poder luchar. Pero se puede ayudar a que otros encuentren su
propia voz. Porque de la desesperación se puede salir con las coordenadas adecuadas.
No hay trucos. Ni mejores ni peores consejos. Nunca sabes cuál es la palabra
que puede cambiar tu realidad. Pero seguro, que sí jamás intentas salir no
volverás a ver la luz.
Supongo que desde la barrera es fácil
poder escribir. Pase lo que pase siempre habrá un hombro en el que apoyarse
cuando las fuerzas flaqueen. Y una mirada sincera siempre ayuda ordenar las
ideas. No importa dónde estamos hoy, importa dónde nos proyectamos estar
mañana. Porque la fuerza para seguir caminando hacia la libertad es encontrar
nuestra propia voz y no desistir.
Lorena Burcat.
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