jueves, 1 de mayo de 2014

Mañana.



Como si fuera la primera gota que cae tras una sequía estival hallarme en el reflejo de aquella cafetería desértica fue la revelación más sobrecogedora.

La rutina hace que las cosas que marcan la diferencia en la vida pasen desapercibidas. El olor de un libro nuevo, el asfalto tras una tormenta de verano, los colores otoñales, la risa de un niño, los platos en el fregadero de la cena de anoche porque el postre fue de lo más interesante. Primeras veces que aunque no serán las últimas siempre serán diferentes. Miradas que redescubrirás en cada atardecer.

Todo contribuye a mejorar nuestro mundo. A veces, con las prisas olvidamos devolver una sonrisa. Ayudar a alguien que nos necesita sin saberlo. Estoy convencida de que un simple “Hola” abre las puertas a conversaciones fascinantes. Deberíamos dejarnos contagiar por el delirio colectivo y dejar de pensar tanto en el que dirán.

Porque con las prisas algunas veces perdemos el avión, el tren o nos quedamos esperando en la estación. Y la ira se apodera de nosotros, y es en momentos así donde deberíamos poder ver la aventura que el camino nos indica. Porque o se gana o se aprende. Y ya que la vida son dos días, o al menos eso dicen, mejor si los pasamos sonriendo.


Por eso verme reflejada entre las sombras de una ciudad silenciada hizo que el embrujo se intensificara y comprendiera que la verdadera belleza de las cosas es saborearlas intensamente como si jamás se fueran a repetir. Porque solo viviendo el hoy podremos disfrutar del mañana.

Lorena Burcat.

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