Como si fuera la primera gota que
cae tras una sequía estival hallarme en el reflejo de aquella cafetería desértica
fue la revelación más sobrecogedora.
La rutina hace que las cosas que
marcan la diferencia en la vida pasen desapercibidas. El olor de un libro
nuevo, el asfalto tras una tormenta de verano, los colores otoñales, la risa de
un niño, los platos en el fregadero de la cena de anoche porque el postre fue
de lo más interesante. Primeras veces que aunque no serán las últimas siempre
serán diferentes. Miradas que redescubrirás en cada atardecer.
Todo contribuye a mejorar nuestro
mundo. A veces, con las prisas olvidamos devolver una sonrisa. Ayudar a alguien
que nos necesita sin saberlo. Estoy convencida de que un simple “Hola” abre las
puertas a conversaciones fascinantes. Deberíamos dejarnos contagiar por
el delirio colectivo y dejar de pensar tanto en el que dirán.
Porque con las prisas algunas
veces perdemos el avión, el tren o nos quedamos esperando en la estación. Y la
ira se apodera de nosotros, y es en momentos así donde deberíamos poder ver la
aventura que el camino nos indica. Porque o se gana o se aprende. Y ya que la
vida son dos días, o al menos eso dicen, mejor si los pasamos sonriendo.
Por eso verme reflejada entre las
sombras de una ciudad silenciada hizo que el embrujo se intensificara y
comprendiera que la verdadera belleza de las cosas es saborearlas intensamente
como si jamás se fueran a repetir. Porque solo viviendo el hoy podremos disfrutar
del mañana.
Lorena Burcat.
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