lunes, 7 de abril de 2014

Hipotecando vidas.


Y cada vez es más amargo pasear por las sombrías calles de la ciudad. Carteles que se agolpan en las ventanas y balcones de las viviendas gritando desesperados buscando nuevos inquilinos. Tratando de encontrar otra familia que vuelva a prender con su simpatía y sus ilusiones el calor del hogar.

Un hogar donde soñar. Donde poder descansar y poder potenciar las mentes inquietas de los más pequeños. Dándoles cuatro paredes para seguir imaginando el mundo al otro lado. Donde crecer y descubrir los maravillosos detalles que marcan la diferencia.

Diferencias entre las deudas que crecen y las esperanzas que se recortan. Recortes en los sueldos y en las posibilidades. Reducción de vidas diarias silenciadas por medios que se venden baratos.

Vidas hipotecadas con vistas a inminentes desahucios. Pisos vacíos con las emociones agrietadas. Políticos que entre copa y copa deciden a la ruleta rusa que ley crear para hacernos desquiciar un poco más. Jugando a quemarnos. A recortarnos y silenciar. Que eso va a la par. Nos hemos acabado convirtiendo en títeres de niños dementes.

Y nos dejan seguir protestando en las calles, porque las decisiones las siguen tomando desde sus sofás. Ignorando una realidad cada día más tangible. Convirtiendo las dificultades en eslóganes baratos para venderse caros en el resto del mundo.


Viendo su farsa debemos seguir exigiendo y creciendo. Convirtiéndonos en la voz de los silenciados. De los que menos pueden y más quieren. Sin caer en esta carrera económica por salvar nuestro propio culo. Luchando a nuestra manera contra aquellos que siguen hipotecando vidas.

Lorena Burcat.

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