Un día, sin venir a cuento me preguntaste insistentemente cual sería mi destino para perderme, para buscarme, para encontrarte. Espero que la respuesta no llegue muy tarde.
París. Sin duda el destino para la gran aventura sería la
supuesta ciudad del amor. Arte, moda y gastronomía. Todo en uno en mi ciudad
preferida.
Para ello necesitaría un compañero de viaje que le gustara
viajar en tren. Para mi es la mejor manera de llegar a París. Sobre todo, sí
hay tiempo para hacer un alto en el camino. Desviarnos de nuestra ruta y parar
en Chateaurox. Y comer en Auberge de Savoie.
Una vez llegados a nuestro destino recorreríamos sin parar
las eternas calles del barrio de montmatre. Por es necesario alguien que me
siga el ritmo. Que esté dispuesto a parase cada veinte minutos. Alguien
concienciado en que lo que más visitará de París son sus restaurantes. Soy una
fanática de la gastronomía. No especialmente de la francesa. Pero reconozco que
podría pasarme el resto de mi vida degustando la comida de Kinuagua. Quizás no
toda la vida. Pero casi casi. Así que la paciencia es imprescindible. ¡Ah! Y el
sentido del humor. No hay mejor acompañante para una comida exquisita que una
buena conversación y muchas, muchas risas.
Que amara la cultura. Que apreciara la supremacía del arte.
Y si no es así, al menos que supiera disimular. Detesto ir a los muesos y ver a
la gente con cara de estar en el matadero.
Alguien que le guste la exclusividad. Porque me fascina
perderme entre las galerías Printemps, en el Boulevard Haussmann. No tan
célebres como Galeries Lafayette. Pero tienen unas colecciones increíbles de
joyería y vestidos de cóctel.
Hay tanto con que deleitarse en París que lo más importante
sería un acompañante que no estuviera mirando el reloj cada dos minutos. El
tiempo es para disfrutarlo. Para jugar a nuestro favor. Para devolvernos a
nuestra niñez entre la belleza a temporal de la ciudad más exquisita.
A cambio prometo desvelar mis mejores secretos a cerca de
donde extasiarnos en la ciudad del amor. Para que juntos sigamos a la brújula
que persigue nuestros sueños.
Lorena Burcat.
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