jueves, 17 de abril de 2014

Quizás.


Quizás fuera cuestión de ingenuidad. Quizás no te diste cuenta. O peor, no quisiste ser consciente de la realidad. Y es que aunque viajábamos en el mismo vagón teníamos destinos diferentes.

Esa fría noche de diciembre en el Oriente Express resulto ser mi gran tortura.

 Fantaseé con atarte en el vagón restaurante y darme un banquete memorable. De esos que pasan a la historia. Estoy seguro que acabaría indigestandome con tus miradas lascivas y con esa fingida inseguridad que me desbordaba.  Quería destrozarte las cuerdas vocales con tus gritos  desmesurados. Te haría ver las estrellas sin necesidad de asomarte por la ventanilla.

Sé que también estabas excitada. Toda tú desprendías esa aura de querer algo más que solo una fantasía nocturna. Sin promesas ni ataduras. No hacían falta palabras, solo gruñidos que indicaran el camino a seguir.

Quizás debí bajar en la misma estación .Seguirte y hacer que fracasáramos como amantes clandestinos. Hubiera sido un final de película. Pero de los de verdad. De los que ocurren una vez aparece “THE END”. Que no nos engañen. Esas historias siempre acaban fracasando. Siempre culparé a los guionistas ebrios de Hollywood por mis altas expectativas. Pero de eso, seguimos hablando mañana.

Nunca sabré a que sabes. Ni tu que tecla hubiera tocado yo para derruir todos tus muros de protección. No nos culpemos. Quizás no supimos leernos entre líneas. Sobre quizás está construido el mundo.


Aun me sigo preguntando cual hubiera sido la respuesta adecuada a tu sonrisa.

Lorena Burcat.

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