viernes, 26 de septiembre de 2014

Noches de verbenas y coincidencias.


Aquella fue la noche de los fuegos artificiales en plena oscuridad estival. El sonido de nuestras risas se confundía con el estruendo de los gritos de la gente. Sabias a menta y limón. A gloria comedida. A promesas de una noche singular.

Empezamos comiendo nachos con queso, nuestros labios y anticipándonos a acabar con el mundo entero. El ambiente rebosaba electricidad. Cables de alta tensión nos rodeaban dispuestos a saltar al mínimo roce. Tu mirada me provocaba un cosquilleo indescriptible algo más abajo del ombligo. Yo trataba de serenarme, de no pensar que en poco más de doce horas mi vuelo hacia casa despegaba.

Fue una noche memorable. De las que deseas que nunca acaban. Momentos que harían dura la partida pero que me recordarían que aunque fuese por unas horas alguien consiguió hacerme levitar solo con rodearme la cintura.

Nos despedimos en el aeropuerto y por suerte ninguno de los dos cometimos la estupidez de prometernos una segunda vez. Sabíamos que era absurdo creer que era posible volver a coincidir en el tiempo y en el espacio y que la misma química siguiera intacta.

Pero la vida nunca deja de sorprendernos. Hace tres días llegue a Bogotá dispuesta a comerme la ciudad. Quince días de vacaciones con mis chicas. Mejor imposible. Hasta que me enteré que en la verbena de esta noche tu ibas a asistir. No puedo creer que hayamos tenido que cruzar el Atlántico para volver a coincidir.


Intento comedirme, que las expectativas no se eleven sin sentido para que cuando se evaporen no me destrocen. Pero sé que pase lo que pase esta noche no la olvidare. Porque las coincidencias siempre tienen un porque. Y esta noche estoy dispuesta a dejarme llevar con todas las respuestas que el destino me venga a dar.

Lorena Burcat.

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