Dicen que es lo normal. Que todo
tiene un proceso natural de curación. Las heridas necesitan tiempo para
cicatrizar, para dejar de sangrar. Necesitamos espacio para que nuestro corazón
no se desboque cada vez que vemos una sombra alargada que nos recuerda al
pasado. Un pasado grisáceo que nos invade constantemente y no nos permite
seguir avanzando.
Suponía que tras mes y medio
sería sencillo. No fácil, pero al menos no me sentiría desfallecer al ver tu
reflejo en la parada del autobús.
El dolor persiste. Impotencia en
estado puro es lo que he sentido al tenerte al otro lado de la calle y no
atreverme ni a mirarte. He necesitado preguntar reiteradas veces para asegurarme
que eras tú, que esta vez no era ninguna alucinación nocturna transitoria.
Es extraño verte en la distancia
y que no te acerques a estrecharme entre tus brazos, que me cojas de la cintura
y me hagas levitar o que con simplemente tu mirada entienda cada proposición
que estas tramando efectuar. Complicado saber que lo que un día fue ya no será.
Pero más jodido es no saber el porqué. Simplemente se acabó. Todo acabo desvaneciéndose
entre humo de omisiones. Llego tan
inesperadamente como terminó.
Sé que no puedo continuar así. No
puedo seguir reiterándome, pensando donde estará el error en cada palabra que
llegamos a cruzar ese domingo. Porque se, que por muchas veces que le dé
vueltas. Por muy mal intencionadamente piense jamás daré con la verdadera
respuesta. Porque, posiblemente, ni tú mismo la sepas.
Si cuando hoy al principio te he
visto solo he querido besarte, perderme en el tiempo y olvidar las incógnitas
infinitas del que pasó. Ahora mismo solo tengo ganas de dormir y mañana será
otro día. Pero no sé porque tengo la sensación de que pasará bastante tiempo
hasta que consiga no sentirme que regreso al futuro cada vez que sienta tu
presencia en alguna de las calles donde solía perder la inocencia.
Lorena Burcat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario