martes, 30 de septiembre de 2014

Tiritas


Septiembre acaba y con ello empiezo un nuevo capítulo. Sentía que para cerrar la etapa necesitaba una respuesta. Un punto y aparte para este capítulo tan especial. Pero me daba miedo.

Hace tiempo cubrí la herida con una enorme tirita que con el tiempo ha acabado adherida a mí como si fuera una segunda piel. Era consciente que el problema de que la herida no cicatrizara era que seguía tapada. Necesitaba aire fresco, oxigenarse, regenerarse la piel a base de nuevas experiencias y aventuras. Pero para ello primero había de arrancar la tirita. Pensaba que dolería, escocería. Y con ese temor fui postergando el momento. Pero anoche decidí que ya era suficiente. Que el dolor era tan intenso que difícilmente el tirón podría superarlo. Así que conté hasta tres y arranque aquello que oprimía el cambio. Sorprendentemente no dolió. Escoció un poco, pero creo que fue más por el hecho de haber tardado tanto tiempo en atreverme que por exponer la herida de nuevo.


Sienta bien. Jodidamente bien. Dicen que el tiempo cura las heridas. Esta vez voy a probar con cicatrizar a base de nuevas experiencias, riesgo y muchas risas. Porque si con ello no lo consigo, al menos, habré aprendido un poco más. Y seguir aprendiendo es la única manera que tenemos de asegurarnos de que no estamos muriendo en vida.


Lorena Burcat.

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