miércoles, 10 de septiembre de 2014

Resaca tardía.


Yo no soy muy de beber. De hecho diría que la única copa que he bebido fue un vino exquisito con mi amiga Laia una noche en las Ramblas de Barcelona. Digo lo de exquisito porque por el precio que pagamos lo debía ser. A mí personalmente no me gusta  el alcohol, así que mucho menos he  bebido lo suficiente como para amanecer resacosa tras una noche de infernal garrafón.

Imagino que tras una noche trepidante, donde las copas se suceden como si aparecieran por arte de magia, el despertar es apoteósico. La lengua pastosa, la cabeza dando vueltas, hemos amanecido en un barco en medio del atlántico con temporal, al jugar por los vaivenes y juraríamos que esta habitación no se encuentra en nuestro piso. La confusión se apodera de nuestros pocos sentidos útiles que nos quedan a estas alturas del partido. Y poco, o nada, remarcable puede pasar a partir de ese instante.

Más o menos es como me siento ahora. Desubicada. Diría que estoy sufriendo una resaca tardía. Hace un mes de aquel memorable domingo pero ahora es cuando despierto entre maldiciones por el agudo dolor de cabeza. Destellos borrosos de una conversación incoherente adherida con indiferencia y gestos de desavenencias.

Acabo de desertar y me pregunto porque una parte de mi esta tan dolorida. Como si me faltara algo. No sé, algo como una explicación.

Recuerdo que apareció de repente, de entre los muertos, ella. No puedo culparte. Demasiadas aventuras vividas como para olvidarlas por un par de noches conmigo. Me lo advertiste pero yo no quise reparar en tu pequeña confesión de madrugada diciéndome que habíais discutido, que todo se había acabado.

Todo se había acabado hasta que volvierais a veros. Hasta que enfrentarais vuestras posturas y decidierais que pesa más lo vivido que los miedos por el que vendrán.

Y mira que yo me alegro por ello. Que os vaya bien, seáis felices y al menos mi dolor sirva para algo. No lo digo hipócritamente ni con exceso de ironía. Andy ya me dijo que por creer en ello de buena soy tonta. Y quizás si. Pero todos tenemos derecho a equivocarnos.

Yo fui la primera en caer. Por querer perdí de vista el horizonte y acabe cayendo de bruces en mitad de un desierto repleto de arenas movedizas. Supongo que fuiste una placentera e inútil alucinación. Una aventura de verano, que se suele llamar.

Ahora toca enfrentarme sola al despertar. Duele el vacío de no saber qué coño pasó hace un mes. Porque soy yo la que amanezco sola entre lágrimas inservibles. Voy a llamar a alguien para que me explique qué hacer con todo esto. Con la resaca digo. Si llamara para preguntar qué hago contigo seguramente esta noche tu coche aparecería rallado o simplemente desaparecería tu gato.


La mejor solución va a ser un par de ibuprofenos y volver a dormirme. Quizás con un poco de suerte mañana me haya olvidado de lo capullo que fuiste.

Lorena Burcat.

No hay comentarios:

Publicar un comentario