Mañana vuelve a ser viernes.
Solían
ser mis días preferidos. El pistoletazo de salida a aventuras indefinidas. Cenas
para dos en el salón. Permitir que las velas se fundieran. Concierto en directo
de nuestros cuerpos al alcanzar el éxtasis. Los viernes me permitía dejarme
llevar. Subir un poco las expectativas. Tú solías bajar a cumplirlas. Disfrutar
de la incerteza de que vendría mañana. Ración de besos por duplicado. Salíamos
a quemar la noche o permanecíamos en casa adaptándonos a la sensación de que el
plan de peli, manta y palomitas era un gran plan. Comida china para llevar.
Sueños por duplicados. El viernes siempre era un gran día.
ERA.
Hace un mes que mis días favoritos
han empezado a ser los lunes. Por aquello de obviar la soledad del fin de
semana sin un nosotros. Por eso de que todo vuelve a empezar. Nuevas
oportunidades. Desaprender la sensación de tus manos en mi cintura. Volver a
aprender a levitar.
Pero extraño las noches de
viernes en las que no todo giraba a tu alrededor. En las que mi felicidad era
la máxima. Mañana vuelve a ser viernes. Y voy a volver a salir. A quemar una
noche que hicimos nuestra. A olvidar el punto en el que me perdí para
encontrarme de frente con tu indiferencia que absurdamente me cautivó.
Quizás si el destino se pone un
poco de mi parte pueda coincidir con aquel cantante tan mono del café de la
esquina. Quizás pueda ser el comienzo de una nueva aventura. Una historia sin
una muerte previamente anunciada.
Pero eso ya se verá. De momento
lo único a lo que me voy a dedicar es a reconquistar mi noche. Reconquistarme a
mí misma.
Lorena Burcat.
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